Ya sabéis que ando algo lejos de casa y que estoy intentando aprender un nuevo idioma (maldita la hora en que decidí hacerlo, por si no tenía suficientes cosas que hacer). Bueno, el tema es que hace un tiempo me compré un libro sobre el espacio.

Ya hemos hablado en anteriores artículos del poder de las estrellas, conocemos cómo se forman las manchas solares y también el inmenso poder que se esconde en las fulguraciones solares . Pero hoy me gustaría traeros una nueva curiosidad. Una que ha aparecido hace poco tiempo en nuestra propia estrella y de la que algunos noticiarios también se han hecho eco. Y es que durante este mes de diciembre de 2023 ha aparecido un gigantesco agujero coronal en nuestro sol con un tamaño superior a 60 Tierras. Aunque lo que sorprende es el gigantesco tamaño del que estamos hablando, lo primero que debemos aclarar es que no se trata de un agujero como tal. Realmente se trata de un área de la coronal solar más oscura que el resto de su superficie debido a que la densidad del plasma y su temperatura es inferior a la de su alrededor. Estos agujeros coronales están ligados , tal y como hemos podido ver en el resto de eventos solares que hemos hablado, a los campos magnéticos de la propia estrella. Y es que en estas zonas, los campos magnéticos en vez de retorcerse sobre sí mismos, se abren hacia el espacio, permitiendo que el plasma pueda escapar más fácilmente, provocando así un descenso de su densidad y temperatura, permitiendo también que se generen unas corrientes de viento solar más intensas a las normales que lanzarán todas esta energía hacia el espacio.

—En un arma capaz de detener a los Elegidos de una vez por todas —respondió Ghön sin prestar atención al tono amenazador con el que había hablado aquel oficial y tratando de ser lo más claro y breve posible; consiguiendo el efecto que deseaba. El resto de soldados se tensaron en sus asientos. El científico pulsó un botón en el tablero de mandos haciendo que el holoproyector de la mesa se encendiera, mostrando una nave de combate—. Lo llamamos crucero Ipher. […] En nuestro idioma, Ipher, significa fulguración solar. Y no hay otra manera más simple de entender lo que hace esta nave. Este pequeño fragmento pertenece a La sombra de los Elegidos y es el momento en el que Ghön, el científico mushon que creó el crucero Ipher presenta su idea de combatir contra los Elegidos. Pero, dejando de lado la creación del gigantesco crucero Ipher y el arma de doble filo que su mente creó, vamos a hablar de lo que es un fulguración solar.

[…]mientras observaba con interés la mancha estelar que ocupaba una buena parte del cristal y a la que en el día de ayer no había prestado atención alguna. “¿Cuántos astrofísicos pagarían por estar aquí y verlo así?”. Preguntó con sorna, sujetando el tenedor con los dientes y dándose un empujón para alcanzar la cabina de control. Con un rápido movimiento se agarró al asiento del piloto y se afanó en revisar las lecturas de la estrella. A parte de un gigantesco campo magnético que crecía entre las dos manchas gemelas, fácilmente distinguibles por un color azul oscuro, el joven pudo comprobar que las temperaturas de aquellas regiones, del tamaño de un planeta, eran de varios miles de grados inferiores al resto de la fotósfera. A su alrededor, cientos de filamentos claros y oscuros se extendían de forma radial desde aquellos puntos hasta, finalmente, desaparecer en aquel singular mar azul una vez alcanzaban la temperatura del resto de su superficie.[…] Este pequeño fragmento que acabáis de leer pertenece a Una estrella en el horizonte . Y es que hoy, a pesar de este inicio más literario, me gustaría hablar de la ciencia que se esconde tras él. Hoy me gustaría hablaros de las manchas solares / estelares . Lo primero que debemos tener en cuenta es que la superficie del sol no está muerta, ni se trata de una superficie lisa, al contrario, toda la superficie rebosa de una gran actividad, hay grandes corrientes de plasma que circulan a lo largo de la estrella y generan campos magnéticos. Estos campos magnéticos se enredan y retuercen, evitando que el calor que hay dentro del sol alcance su superficie y generando regiones más frías, que toman un color más oscuro. Estas regiones son las que llamamos manchas solares; que constan de un área central más oscura llamada umbra y una zona más clara a su alrededor, llamada penumbra. Esta, además de tener una forma radial va desapareciendo a medida que la superficie recupera su temperatura habitual. Aunque hablamos de regiones más frías que el resto de la superficie debemos pensar que estas siguen estando a unos 4.000-5.000 K (la temperatura habitual del sol es de, aproximadamente, 6.000 K). Además, el tamaño de las manchas solares puede variar, desde ser casi indetectables hasta tener el tamaño de varias Tierras.

Vuelvo una vez más con un nuevo artículo acerca de las maravillas del cosmos y, si en el último artículo hablamos de la Esfera de Dyson con su parte real y ficticia), hoy me gustaría traeros un evento astronómico que puede ser muy interesante para dejar volar la imaginación por un momento. Es el caso de los planetas errantes. Seguro que ahora mismo os estaréis preguntando: cómo puede ser que un planeta se vaya a dar un paseo sin más, ¿verdad? Pues sí, es posible, aunque con un poco de “ayuda”. Los planetas errantes pueden ser expulsados de su sistema solar debido a la interacción con otros planetas (sobre todo durante la creación de los propios sistemas solares donde todo es caos), debido a la cercanía de una estrella o cuando el astro principal del sistema se torna supernova. Deciros que durante estos últimos años los astrónomos han realizado observaciones indirectas de cuerpos planetarios vagando por el espacio. Y han publicado varios estudios que señalan que podría haber hasta 100.000 planetas errantes por cada estrella. ¿Os dais cuenta de la cantidad de planetas de los que estamos hablando vagando por el cosmos sin rumbo? ¿Y cómo sería un planeta así? Pues al no recibir el calor de una estrella su superficie se iría enfriando hasta los 270ºC bajo cero. Todo se convertiría en un páramo completamente congelado y el agua, en el caso de que hubiera, se tornaría tan fuerte como la propia piedra. Su atmosfera se encogería hasta congelarse y solo quedaría un planeta oscuro, desierto y sin vida.