📃Relatos:


En este apartado encontrarás algunas historias y relatos que he ido escribiendo a lo largo del tiempo.


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Por B. Bordoy Barceló 28 de marzo de 2020
Las alarmas resonaban en los oídos de Kalashar mientras trataba de conseguir un poco más de velocidad para así dejar atrás a las tres naves que le perseguían, pero los motores ya están al máximo. De pronto, la nave se zarandeó con fuerza y algunos paneles del sistema de control explotaron, hiriéndole el rostro. Se llevó una mano a la cabeza y comprobó que estaba sangrando. —Informe de daños —pidió entre dientes, tratando de contener el grito que deseaba salir de su garganta y agarraba con más fuerza que antes los mandos de la nave. —El blindaje ha sufrido daños, hay varias fugas de presión a lo largo de todo el casco —anunció una voz mecánica que parecía proceder de todos lados al mismo tiempo. —Séllalos inmediatamente —ordenó, realizando un tonel para evitar otra andanada enemiga—. ¿Podemos responder? —Negativo, los circuitos de las torretas se han sobrecalentado y están inoperativos. Kalashar maldijo por lo bajo al tiempo que sus ojos se posaban sobre el orbe, metálico y totalmente labrado que ocupaba el asiento del copiloto. —Este maldito trasto no ha hecho más que traerme problemas —dijo para sí, sumiéndose en sus propios pensamientos y dejando de prestar atención al ordenador de la nave. Todo se había complicado cuando su padre, en el lecho de muerte, le había entregado aquel extraño objeto. No recordaba haberlo visto nunca por la casa, pero lo que aún le turbó más fueron las palabras que le dijo antes de que su vida se apagara por completo: “ Protégelo con tu vida o muchas podrían llegar a perderse ”. Antes de que pudiera despedirse de él como debía, un grupo de mercenarios entró en su casa, masacrando al personal que trabajaba allí y buscándole para que les entregara el orbe. Aunque con dificultades, había conseguido huir, cogiendo su nave y saliendo del planeta. Pero ese grupo no se había detenido y se había puesto a perseguirle por el espacio por algo que aún no conseguía entender. Mientras ese último pensamiento rondaba su cabeza notó cómo la nave se detenía. Kalashar miró a través del ventanal y vio una sobrenatural oscuridad sin estrellas. —¿Estoy muerto? —Preguntó en voz alta. —Negativo. Ha aparecido un crucero del hiperespacio frente a nosotros y he tenido que parar la nave para evitar el impacto. —El joven volvió a escrutar aquella oscuridad, pudiendo distinguir ahora algunas formas que definían aquel gigantesco transporte. A pesar de ello, era incapaz de reconocer su diseño—. Nos han escaneando e intentan ponerse en contacto con nosotros. —Abre un canal. Parte de aquel ventanal se transformó de pronto en la cubierta de mando de la nave que acababa de aparecer y, en primer plano, Kalashar vio a una criatura que no había visto nunca antes. Había algo que el recordaba a un pez. Su piel era azulada y parecía brillar, como si estuviera recubierta por escamas. No poseía pelo alguno y su cabeza estaba plagada de pequeñas espinas. No tenía nariz, solo dos pequeños orificios que se abrían y cerraban con rapidez. —Eres Kalashar, ¿guardián del orbe? —Preguntó aquel ser, clavando sus extraños ojos amarillentos sobre él. —Sí, sí, soy yo —respondió con un titubeo, desconcertado ante aquella pregunta. —Abran fuego. —Kalashar se protegió con los brazos a la espera del impacto, pero este no se produjo. Extrañado, volvió a mirar a aquel ser—. Hemos destruido las naves que te perseguían y ahora serás conducido a nuestro hangar. Estás a salvo. —¿Quiénes? ¿Quiénes sois? —Preguntó con dificultad pues sentía cómo su cabeza daba vueltas y su cuerpo no era capaz de obedecer sus órdenes. —Los que te hemos salvado la vida —consiguió oír antes de perder el conocimiento. Kalashar abrió los ojos y se topó con un techo que no conocía. Aún adormilado miró a su alrededor y se descubrió en una habitación que no era la suya, ni siquiera de su nave. Se levantó al instante, asustado ante todo aquello y, para su sorpresa, comprobó que a su lado, sobre la mesa auxiliar, estaba el orbe. Lo cogió y se dirigió hacia la puerta. Necesitaba entender qué estaba sucediendo pero, al abrirla, se topó frente a uno de aquellos seres. Este parecía diferente al que había visto en pantalla pues sus rasgos eran menos marcados y las espinas que tenía en la cabeza parecían más pequeñas, más delicadas. Le sonrió, mostrando una larga fila de dientes afilados. —Me alegro que ya se haya despertado. Por favor, acompáñeme. El capitán quiere hablar con usted. —¿Dónde estoy? ¿Quiénes sois vosotros? —Le salvamos del ataque de un grupo de naves que le perseguía. Se desmayó antes de llegar al hangar pues tenía una herida en la cabeza —indicó ella, señalándola. Kalashar recordó la explosión de los paneles de control y se tocó la frente en busca de la herida pero esta ya no estaba, ni siquiera una cicatriz—. Lo tratamos y lo dejamos descansar. Pero cualquier pregunta que tenga será mejor que el capitán se las responda. Por aquí —indicó de nuevo, invitándole a avanzar. El puente de mando era un gigantesco hervidero de vida. Había miembros de aquella extraña raza moviéndose de un lado para otro, revisando las pantallas y el estado de la nave. A pesar de ello, todos se volvían un momento para mirarle y, por lo que le parecía, también al orbe. En el centro de aquel caos organizando estaba el sillón del capitán y, sobre él, el ser que había visto en aquella comunicación. —Bienvenido a mi nave, Kalashar. Me alegro que ya te encuentres bien. —Muchas gracias por salvarme y curar mis heridas pero, ¿quiénes sois vosotros? ¿Cómo me encontrasteis? —Nosotros no te encontramos, el orbe nos llamó. Aunque no te lo creas, todas las respuestas que buscas están en ese pequeño objeto que tienes entre las manos. Es un artefacto muy importante capaz de cambiar el universo que conoces y que, de hecho, estamos a punto de verlo en acción. —No lo entiendo. ¿A qué te refieres? ¿Es algún tipo de arma? —No, nada de eso —rió el capitán al tiempo que la nave parecía sufrir una leve turbulencia y el ventanal, que hasta aquel momento había estado bloqueado, volvió a abrirse, mostrando la oscuridad del espacio. —No reconozco estas constelaciones ¿Dónde estamos? —Preguntó al observar el espacio. —Lo que ve a lo lejos no son estrellas, querido amigo, son galaxias. —¿Cómo? —En estos momentos nos encontramos en el borde del propio universo para que puedas leer los símbolos del orbe. —¿A qué te refieres? —Preguntó, mirando aquel objeto—. No sé leerlos. De pronto sintió una descarga eléctrica recorrer su cuerpo hasta llegar a su mente, sintiendo como esta, de alguna manera, se iluminaba y las palabras comenzaban a brotar de su boca. No comprendía qué estaba diciendo, no era él el que hablaba, no sabía que estaba haciendo. Intentó detenerse pero una fuerza superior a él había tomado su cuerpo y lo controlaba. A medida que seguía recitando aquel extraño idioma, el orbe comenzó a agitarse, los símbolos que hasta ahora decoraban aquel objeto se movieron, como si la pieza tuviera vida propia para, finalmente, abrirse por la mitad. Un fuerte resplandor iluminó toda la cubierta de mando, haciendo que la tripulación se volviera hacia él para observar aquella maravillosa luz. —¿Qué está pasando? —Preguntó Kalashar aterrado, tratado de sujetar el orbe que parecía querer escapar de sus manos. —Me lo dejas, por favor. El joven se lo entregó sin dudar. El capitán abrió un compartimento junto a su silla, insertándolo en su interior antes de volver a cerrar y apretar un botón de sus controles. Un extraño sonido de succión recorrió la nave y el orbe salió expulsado como si de un misil se tratara. Kalashar pudo observar cómo este se alejaba rápidamente de ellos, dejando un rastro de luz tras él. Poco a poco aquel punto de luz fue haciéndose cada vez más pequeño hasta que desapareció; momento en el que se inició una cuenta atrás que resonó en toda la nave. Se volvió hacia el capitán pero este estaba centrado en el gran ventanal, ahora completamente oscuro. Todos parecieron tensarse cuando la cuenta atrás finalizó y una gran explosión de luz lo invadió todo, haciendo retroceder las sombras del puente de mando. Una onda expansiva golpeó la nave y la desestabilizó por un momento haciendo que tuvieran que agarrarse con fuerza para no perder el equilibrio. Cuando la nave recuperó la posición todos pudieron observar que cómo aquella oscuridad había sido reemplazada por una gigantesca galaxia. Miles de millones de estrellas decoraban ahora el gran ventanal. La tripulación vitoreó por un momento antes de que el capitán dijera algo en un idioma que el joven no reconoció y todos volvieron a ponerse a trabajar, revisando las pantallas y los análisis procedentes de aquella nebulosa. Kalashar trató de comprender qué acababa de pasar, pero le era imposible. El capitán vio la cara de estupefacción del joven y sonrió. —Me encanta cuando el trabajo sale bien. —Sois… ¿Sois los creadores del universo? —Preguntó, poniendo voz a una de aquellas preguntas que asolaban su mente. —Podríamos decir que sí, somos los creadores de este universo. —¿Cómo es posible? —El orbe. Ese pequeño objeto posee la energía suficiente para crear una galaxia. Verás, cuando se crea una galaxia también se crea el orbe. Este, con el paso del tiempo va tomando energía de la misma hasta que está listo para crear una nueva. Cuando este empieza a tener la suficiente energía busca a quien será su guardián, quien lo protegerá de todo mal hasta que haya terminado su trabajo. Una vez creada esa nueva nebulosa, la naturaleza sigue su curso con normalidad. —Me estás diciendo que ese trasto es capaz de crear toda una galaxia. No es posible. ¿Qué es esto? ¿Algún tipo de prueba o experimento científico? —¿Y qué es la vida sino un experimento? Kalashar se volvió hacia la nueva galaxia mientras pensaba en todo lo que acababa de vivir. En lo pequeño que era él y en lo mucho que había que descubrir pues todo su universo y sus propias creencias se habían sido desmantelados por un pequeño orbe.
Por B. Bordoy Barceló 21 de marzo de 2020
Como habréis visto, este es el relato que he ido publicando a lo largo de estas semanas en Instagram pero quería tenerlo también de manera completa en un único post. Así que, me he dicho, ¿por qué no subirlo en la web? Y aquí está. Espero que os haya gustado este pequeño relato y las fotografías que he hecho para la ocasión. Debo decir que ha habido alguna bastante complicada de hacer, pero el resultado ha validado la pena. ¿Qué opináis? ¡Nos vemos la próxima semana!
Por B. Bordoy Barceló 28 de febrero de 2020
Así que habéis venido a por una historia, ¿verdad? Estáis de suerte porque estaba a punto de empezar una. Poneos cómodos y prestad atención a la aventura de Moi, el pequeño y astuto hurón que escapó de las garras del mismísimo diablo. Moi se removió angustiado, había tenido un sueño extraño. Notaba su cuerpo tenso y agarrotado; incluso le costaba respirar. Trató de centrarse en él, en descubrir lo que había soñado, pero cada vez que se acercaba, este se le escurría de entre los dedos. Lentamente, a medida que sus sentidos se despertaban, comenzó a notar el agobiante calor que le rodeaba y el fuerte olor de azufre que inundaba su hocico. El hurón abrió los ojos y se irguió con presteza, descubriendo que las paredes de ladrillo de su hogar se habían transformado en cientos, quizás miles, de estalactitas y estalagmitas que relucían bajo la luz de incontables fuegos. Extrañas y sobrenaturales sombras bailaban sobre las paredes de la inmensa caverna donde ahora se encontraba. —El infierno… —dijo en voz alta sin que su mente se diera cuenta de que había llegado a aquella conclusión. —Así es, Moi, has acertado —respondió una voz profunda que parecía proceder de todos lados al mismo tiempo. —¿Quién ha dicho eso? —Preguntó asustado el hurón, olisqueando el aire y buscando con nerviosismo al culpable de aquellas palabras. Una sombra, sin forma definida, comenzó a crecer a lo largo de una de las paredes de manera amenazadora. Todo parecía oscurecerse por momentos y ni siquiera el fuego era capaz de hacerla retroceder. Moi, asustado y temeroso ante aquel fenómeno, se encogió sobre sí mismo, esperando a que esta cayera sobre él y lo devorara pero, en vez de eso, la oscuridad se materializó frente a él. El hurón se encontró mirando a uno de sus semejantes; aunque, para su sorpresa, este poseía dos pequeños cuernos sobre su cabeza. —Bienvenido. —¿Quién? ¿Quién eres? —Sabes la respuesta —respondió mientras una sonrisa repleta de dientes afilados asomaba en su rostro al ver el reconocimiento en los ojos de Moi—. Aunque puedes llamarme Arol. Nunca me ha gustado ese nombre que me habéis dado los mortales. —Esto, esto es un sueño, ¿verdad? —No, querido amigo, es real. —¡Es imposible! ¡No, no puedo estar aquí! —Y, aún así, lo estás. Eso es lo que sucede cuando uno muere, que viene aquí. ¿No lo sabías? ¿Qué es lo que os enseñan ahí arriba? —Pero no puedo haber muerto —Negó con la cabeza, tratando de hacer desaparecer aquella idea de su mente—. Me acordaría de algo así. —Lamento ser el portador de las malas noticias, pero sí que has muerto —dijo sin poder reprimir la diversión que le provocaba la cara de incredulidad del hurón—. Estabas pintando la fachada de tu casa cuando, al tratar de coger el bote de pintura que se te caía, has perdido el equilibrio y te has precipitado contra el suelo con, valga la redundancia, un funesto desenlace. ¡Mírate, si aún estás cubierto de pintura! Moi siguió la dirección que marcaba Arol y pudo comprobar cómo su antes bonito pelaje ahora estaba cubierto por una gran capa de color celeste. El hurón la tocó con sus dedos, pringándoselos pues, a pesar del calor que hacía en aquel lugar, la pintura aún estaba húmeda. De pronto, pequeños flashes de memoria volvieron a su mente, visualizando sus manos tratando de agarrar la escalera y aquel bote cayendo a cámara lenta antes de que se hiciera la oscuridad y el silencio. —Mmm, veo en tu rostro que has recordado algo. —Sí, he visto fragmentos de lo que has dicho. Puede, puede que sí sea verdad que haya muerto… Pero no entiendo por qué estoy aquí. Siempre he sido buen hurón, nunca me he metido en problemas, saludo a mis vecinos y hasta pago mis impuestos. ¡No debería estar aquí! ¡Esto es un error! —No hay ningún error. Tu nombre figura en el Libro del Infierno y no hay más que hablar. En él están los nombres de todas las almas que habitan este lugar. —explicó Arol al ver la cara de desconcierto del hurón, chasqueando los dedos y haciendo aparecer un gran tomo de piel en medio del aire. El libro cayó sobre sus manos y se abrió por voluntad propia. Las hojas comenzaron a girar y Moi pudo ver cómo cada una de aquellas páginas estaba llena de arriba abajo de nombres, de cientos de miles de nombres que pasaban a la velocidad del rayo. Finalmente, el libro pareció calmarse, deteniéndose en la última hoja escrita y a medio completar—. Aquí está tu nombre. —¿Puedo verlo? —Preguntó Moi, incapaz de reprimir su curiosidad a pesar de aquello representaba su propio final. Arol, quien estaba disfrutando con todo lo que estaba sucediendo, no pudo negarse, tendiéndoselo con una sonrisa aún más descarada si cabía. El hurón cogió el gigantesco tomo. Sintió el peso del propio infierno en sus manos y un escalofrío recorrió todo su cuerpo al comprobar que su nombre estaba allí, en último lugar, escrito con una delicada y estilizada tipografía. De pronto, una idea explotó en su mente. Con un rápido movimiento, antes de que aquel ser se diera cuenta de sus intenciones, cubrió su nombre con la pintura que aún llevaba en los dedos y dijo: —Ahora ya no está. —No había terminado de decir aquellas palabras cuando sintió cómo algo tiraba de él hacia arriba y se alejaba rápidamente del suelo, dejando atrás aquel libro y el furioso grito del señor del infierno. Y así, con esta milagrosa huida, termina nuestra historia. Nuestro querido hurón volvió para terminar de pintar la fachada de su casa, aunque esta vez tuvo mucho más cuidado. Espero que os haya gustado este pequeño relato corto y nos vemos la próxima semana.
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Por Bartolome Bordoy Barcelo 24 de mayo de 2024
Hoy vengo con un nuevo artículo aunque debo decir que es algo improvisado, porque esta semana no he preparado nada de nada. Y, por eso mismo o, mejor dicho, de eso mismo voy a hablar. Me gustaría ser breve, así que, vamos al lío. En estos momentos me está siendo muy complicado seguir el ritmo de escritura. Había dicho que subiría un post a la semana, pero entre que no puedo leer mucho últimamente o, mejor dicho, que mis lecturas están cambiando; que la semana se pasa en un plis plas y que casi no tengo tiempo para escribir... (Y cuando lo tengo lo intento usar para centrarme en el nuevo libro). Pues... el blog se me está cayendo. También debo admitir que los resultados de estos últimos meses de publicaciones no han nada buenos, ni siquiera relevantes para el trabajo que me ha llevado ir haciendo todo. Así que eso también afecta a la fórmula. Es por todo ello que voy a dejar de subir contenido en el blog, al menos, durante un tiempo, mientras consigo organizarme mejor y pensar en algo de contenido que sí valga la pena y sea interesante para vosotros. Mientras tanto, pensad que están mis historias por ahí y que, seguramente, seguiré subiendo alguna cosilla a mis redes sociales. En cuanto a la iniciativa de Una Frase, Una historia. Debo decir que tengo hechos 40 días y que, después, seguramente quede parado por la misma razón. A veces hay que priorizar cosas y, por desgracia, estas iniciativas no están dando los resultados que quería para poder considerarlas buenas. Así que, tocará volver a la mesa de trabajo. Nos vemos pronto
Por Bartolome Bordoy Barcelo 18 de mayo de 2024
Ya sabéis que ando algo lejos de casa y que estoy intentando aprender un nuevo idioma (maldita la hora en que decidí hacerlo, por si no tenía suficientes cosas que hacer). Bueno, el tema es que hace un tiempo me compré un libro sobre el espacio.
Por Bartolome Bordoy Barcelo 10 de mayo de 2024
Esta semana os traigo un nuevo artículo y, al mismo tiempo, os presento una nueva iniciativa que he estado preparando estas últimas semanas. Se trata de una iniciativa diaria que no solo hago en casa, si no que también publico en mis redes sociales. Así que lo primero, aprovecho para hacer publicidad de mis redes sociales, donde podréis ver las publicaciones de manera diaria: en X (anteriormente llamado Twitter) , en Instagram y también en Tik Tok . ¿De qué trata esta iniciativa? Cada día voy a tomar una frase de un libro diferente y crearé un pequeño texto original usando, como máximo, unos 20 minutitos y que tendrá una extensión de unas 160-180 palabras. Esta es una manera divertida de ir haciendo contenido diario (que ya sabemos que las redes sociales es lo que necesitan). Y, además, esto me ayuda a despejar la mente, comenzar mejor el día y, sobre todo, a mejorar como escritor (creatividad, probar cosas diferentes y mejorar los tiempos de escritura y corrección). Si queréis participar, podéis compartir los relatos con vuestros amigos y conocidos, comentándolos y, si queréis, podéis darme nuevas frases y contenidos para que las reescriba. Como digo, cada día tendréis un nuevo relato en las redes sociales, aunque también tendréis en el blog una pequeña recopilación de los relatos de manera semanal. Aún estoy intentando cuadrar los horarios para que se publique todo bien, así que, siento los problemas que esto pueda ocasionar. Así que, para comenzar, os voy a poner los primeros relatos que ya se han publicado:
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