Por Bartolome Bordoy Barcelo
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06 may, 2023
En el artículo de hoy os voy a hablar con más profundidad acerca de la religión dentro de la sociedad aeshan. Para todos aquellos que habéis leído El príncipe de la venganza habréis podido comprobar que, a pesar de ser una raza que ha llegado a colonizar y terraformar un planeta entero, siguen manteniendo la religión y la creencia en los dioses como uno de sus pilares. ¿Cómo es posible? Lo primero es que la religión aeshan se ha visto modificada a lo largo de los miles de años que lleva acompañando a los aeshan en su vida diaria. Y, además, esta ha sufrido un cambio radical con los últimos avances científicos y las corrientes de pensamientos. Aún así, lo primero que debemos hacer es hablar del pasado, del antiguo credo y de cómo surgió. Como cualquier religión, surgió ante la necesidad de dar explicaciones a las cosas del día a día y a las preguntas trascendentales que poco a poco fueron haciéndose los primeros habitantes de Temun. En este caso, la Madre y el Padre surgieron ante la pregunta original: ¿Cómo surgió el universo y por qué estamos aquí? A lo que los primeros aeshan respondieron: Dene, o más conocida como la Madre, tentó a Esann, conocido como el Padre, y de esta unión surgió el universo. Las galaxias, las estrellas y los planetas iniciaron su danza estelar mientras la vida se abría paso a lo largo del cosmos y surgían los aeshan. La Madre y el Padre, al ver aquel pueblo, decidieron crear todo un panteón de dioses menores para que fueran sus protectores y guías. Todo ello con el fin de que los aeshan, algún día, pudieran llegar a sentarse junto a ellos. A sus ojos, el Padre se consideró como el creador del cielo y las estrellas mientras que la Madre quedó como la creadora del hogar de los aeshan, del amor y de la familia. En cuanto a los dioses menores, estos tuvieron mucha importancia durante los primeros dos mil años pero, a medida que la civilización iba evolucionando y se avanzaba científicamente, esos dioses iban desapareciendo aunque aún a dia de hoy se conserven algunos de sus nombres como pueden ser: Shozo, dios de la muerte y recolector de las almas, o Micia, diosa del agua y cuyo nombre también posee el océano que baña las costas más antiguas y cuna de la civilización aeshan. De la misma manera, la creencia en el Padre y la Madre se iba difuminando pues los aeshan de la época comenzaban a pensar que la civilización ya había aguantado demasiado tiempo unas creencias prehistóricas.