Curiosamente, estos agujeros coronales van apareciendo a lo largo de su superficie solar a medida que la estrella va pasando por su propio ciclo. Generándose cerca de los polos a medida que este se acerca a sus máximos, momento en que casi desaparecen por completo gracias a la propia fuerza de los campos magnéticos de la estrella. Una vez estos vuelven a descender de intensidad, estos agujeros vuelven a aparecer en sus superficie.
Aunque no es habitual debido a la formación de los agujeros cerca de los polos, en ocasiones, como la actual, este evento puede aparecer o moverse hasta una posición donde apunte hacia la Tierra. Esto puede provocar que la energía y el plasma que se lanza al espacio acabe formando una tormenta geomagnética (apunte que comentamos en el artículo de las fulguraciones solares). Como digo, estas tormentas geomagnéticas mayormente generarán grandes e intensas auroras boreales en el cielo pero, si se tratara de una extremadamente fuerte, podría provocar daños en los satélites, elementos electrónicos y telecomunicaciones.
En estos momentos aún no se sabe cuánto tiempo durará esta maravilla solar que se inició a principios de mes. Pero, según los registros que se tienen, el máximo tiempo que hemos podido observar uno de estos agujeros coronales antes de que desapareciera por completo dentro de la superficie solar ha sido de 27 días.
Según los datos que se han obtenido acerca de este evento en cuestión, el agujero coronal ha alcanzado una expansión máxima de 800.000 kilómetros en 24 horas. (Recordar que la Tierra tiene un diámetro de 13.000 kilómetros). De la misma manera, debido a la posición del agujero, los científicos habían previsto que se producirían tormentas geomagnéticas moderadas del tipo G2, pero el viento ha sido menos intenso de lo calculado, alcanzando solo el nivel G1. Aún así, esto provocará unas bonitas auroras boreales en altas latitudes.
Como veis, miremos donde miremos siempre hay cosas interesantes que contemplar y, en muchas ocasiones, si no prestamos atención, nos las perdemos. Todo ello sin contar con la demostración de que ese astro que nos da la luz y calor también tiene sus propios movimientos, ciclos y que no es un cuerpo inerte como podríamos pensar al mirar hacia el cielo.
Y hasta aquí este pequeño artículo que espero que os haya resultado curioso e interesante.
Nos vemos en el siguiente.
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