Además, aunque Montag representa una figura crucial en la trama, siendo el personaje principal, echo en falta una mayor profundidad en su desarrollo. Me habría gustado explorar más su proceso de transformación, desde su vida sumisa hasta su valiente rebelión. Poder conocer el debate interno y cómo la verdad y su búsqueda se van abriendo paso poco a poco a través de todas esas capas de supresión que le han implantado desde el gobierno y la sociedad.
A pesar de estos puntos, lo verdaderamente destacable es el mundo distópico creado por Bradbury. La sociedad retratada en Fahrenheit 451 plantea ciertos e inquietantes paralelismos con la sociedad actual. El trato social cada vez más reducido y superficial; el mundo de las letras cada vez más reducida y, en ocasiones, perseguido por los gobiernos para vetar o cancelar parte de la historia; redes sociales que, en muchos casos, buscan el chute de constante de dopamina; programas cada vez más estúpidos y que enganchan a la gente hasta el punto en que lo único que tienen en su cabeza son frases vacías y opiniones implantadas ahí por otros.
Ese es el mundo en el que nos encontramos y, aunque aún no tenemos bomberos que vengan a quemar nuestra bibliotecas, no parece tan descabellado que, un día, puedan existir.
Aunque fue publicada en 1953, la novela sigue siendo relevante hoy en día, ofreciendo una advertencia sobre el rumbo de nuestra sociedad. El control social, la reducción del espacio para la cultura y el entretenimiento vacío son temas que resuenan en nuestra era digital.
Así que, para concluir, Fahrenheit 451 es un recordatorio de la libertad de expresión y del pensamiento crítico. Y, aunque os haya indicado algunos puntos que no me han terminado de convencer o temas de los que me habría gustado conocer más, no puedo si no recomendar esta novela a todos aquellos que deseen reflexionar sobre el presente y el futuro de nuestra sociedad.
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